El profesor Luis Alfonso Resck, en su carácter de presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, se dirige a la opinión pública en contestación a una nota, abierta a la adhesión de interesados, cuya autora es la socióloga Milda Rivarola.
Es lamentable, por ser maniqueísta, la falsa alternativa expuesta por la aludida cientista social: “Democracia o barbarie”, francamente antidemocrática, porque no admite el disenso u otra opción.
Esta irracional postura evoca el triste recuerdo de una anécdota protagonizada por Volta Gaona, cuando exclamaba: “El que no está con nosotros, está contra nosotros”, a nivel nacional; y, a nivel internacional, peor aún, cuando Bush, con su quejumbrosa voz, decía: El que no está con nosotros está con el terrorismo”.
Esos absurdos conceptos no caben en el marco de una democracia; he ahí la dudosa concepción de la autora acerca de la democracia, siendo una de sus características fundamentales, precisamente, la del disenso. Ello conduce a un análisis objetivo y profundo, a dudar seriamente de quienes comparten esa posición, acerca de su presunta concepción democrática. Puede, entonces, enmarcarse en el fundamentalismo, tan de moda en la actualidad, de consecuencias imprevisibles en el campo político y religioso.
Sin embargo, es harto sabido que no se niega la existencia de retrógrados y corruptos, tristes sobrevivientes del “ayer sombrío”, en la actualidad, en cantidad bastante preocupante, inclusive en las áreas de poder, donde el cáncer de la corrupción ya ha hecho metástasis.
Es fácilmente perceptible y, a la vez, nos causa seria inquietud, la distorsión de valores ético-cívicos que sacuden a los tres poderes, con honrosas pero escasas excepciones, en cuyo ambiente se halla lamentablemente ausente la moral, sobre todo en quienes deben dar el ejemplo.
Los hombres “escombro”, excepto honrosas excepciones, aquellos anclados en el régimen, son estos quienes, a pesar de su antistronismo, constituyen los verdaderos retrógrados y corruptos, pues anteponen sus mezquinos intereses al bien común. El análisis efectuado por Rivarola fue realizado desde una óptica comprometida con el régimen actual; por tanto, carece de objetividad e imparcialidad. En esta circunstancia, es oportuno evocar este pensamiento de Aristóteles: “Al ser se lo conoce por sus operaciones”.
El stronismo consiste, por tanto, más allá de su presencia física, en una forma de actuar. Tras estas injustas e indignas apreciaciones, que afectan a meritorios ciudadanos, por su trayectoria de lucha, es propicio preguntar: ¿Quién es el que permanente y desinteresadamente, con mística vocación de servicio, hasta hoy día, desde el año 1940, en el transcurso de varias dictaduras, una peor que otra, se halla junto a los sin tierra, a los sin techo, a los sin trabajo, a los sin salud, a los sin pan, a los sin educación, a los excluidos sociales, a los perseguidos por su firme militancia política y social, por servir a los postulados de la Libertad y la Justicia Social? ¿Quién es el que brega por las legítimas demandas del pueblo (de los más humildes), sin pausa, cobijado bajo la bandera de los sagrados DD.HH., en todas sus expresiones, con profundo sentido ético-cívico, en aras de la democracia real (representativa, participativa y pluralista)?
En ese contexto, para los supuestos analistas, es procedente señalar cuanto sigue: como herencia del pasado, se observa la persistencia del autoritarismo.
Muchas veces, pacíficos manifestantes son violentamente reprimidos, en vez de que las autoridades satisfagan sus justos reclamos, tanto dentro como fuera de la capital, donde esta situación se agrava, como en algunos casos, en que las luchas sociales son injustamente criminalizadas. Con ello se pretende, en balde, justificar las represiones. Estos hechos sociopolíticos se ven con más frecuencia en los desalojos, sin entrar a analizar si tienen o no derecho los ocupantes. Sin embargo, al hablar de latifundios improductivos, habiendo a su alrededor centenares de familias sin tierra, al no contar con una legislación que las ampare, como la reforma agraria, tienen el derecho de ocuparlos de acuerdo con sus necesidades, como una única fuente de trabajo, con miras a adquirir los necesarios recursos, que le posibilitan vivir como seres humanos, sin perjuicio de promoverse las correspondientes gestiones, tendientes a normalizar legalmente la situación. Ello constituye uno de los derechos fundamentales a la vida, porque, sin la parcela, sin el trabajo, los agricultores no pueden vivir. Con esto, ratificamos que los derechos fundamentales rebasan los límites de las normas jurídicas; en este caso, el derecho a la vida.
No se concibe, por tanto, la promoción de los derechos económicos, sociales y culturales, sin la vigencia de los derechos políticos; tampoco es suficiente la sola libertad sin la implementación de los derechos sociales.
Ello es debido a la indivisibilidad de los DD.HH.; existe, pues, una correlación lógica entre uno y otro derecho. Cualquier derecho violado, incide negativamente sobre los demás, por eso hay que enfocarlo en su totalidad. Los DD.HH. no tienen vigencia sin el marco de la democracia, y tampoco se puede hablar de democracia sin la observancia de los derechos humanos.
Según CEPAL, ha subido el nivel de desocupados; por tanto, de pobres, que llega hasta el 58%. Por otra parte, de acuerdo con la misma fuente, el latifundio ha aumentado. Basta señalar que el 3% de la población está en manos de los más poderosos terratenientes. El salario mínimo no alcanza a cubrir las necesidades básicas; y, peor aún, más o menos el 60% de los trabajadores no perciben el salario mínimo. La reforma agraria y un sistema educativo integral continúan siendo irredentos ideales, a pesar de los compromisos y promesas de los que el pueblo insatisfecho está harto.
Desgraciadamente, no se percibe signo alguno que acabe con los asaltos a mano armada, con los secuestros, con el problema de la coacción sexual, lo que se traduce en el asfixiante clima de inseguridad en que se vive.
Otro gravísimo problema que afecta sobremanera al país lo constituye la dolorosa situación de los niños de la calle. Sobre el particular se impone una respuesta por parte de los respectivos ministerios: del Interior y de la Niñez y de la Adolescencia.
En cuanto al sindicalismo, cabe señalar que, de diez gremios que se forman, siete son abolidos por las respectivas patronales.
Por eso, es oportuno deslindar situaciones: no se comparte, en absoluto, con la posición violenta de algunos dirigentes extremistas, sea del signo que fuere. Los cambios que el pueblo paraguayo reclama no se hallan encuadrados en el contexto de la globalización, que se da a través de los centros de poder, en detrimento de los legítimos intereses de la nación.
Todo cuanto hemos expuesto, solamente es ligera visión panorámica de la realidad, que nos conduce a preguntarnos: ¿dónde radica el ansiado cambio?
El responsable de esta nota, al hablar en nombre de la institución, proclama enfáticamente su irrevocable posición contra todo totalitarismo, autocracia o autoritarismo, cualquiera sea su signo; contra todo imperialismo o colonialismo, cualquiera sea su procedencia; contra toda atadura interna y dependencia externa, inclusive toda clase de injerencia foránea; por otra, su actitud en pos de la irrestricta defensa y promoción de todos los DD.HH., que posee el hombre como persona, por su insobornable dignidad.
En este momento difícil que vive el país, es necesario disipar el humo de los rumores, desalentar toda suerte de juicio político (pues el remedio sería peor que la enfermedad) y enarbolar la bandera de la paz como preludio de la Navidad. A tal efecto, es fundamental para la región en general y Paraguay en particular, llevar a cabo una auténtica revolución, que transforme las actuales estructuras autoritarias, injustas y corruptas, sin el trauma de la violencia. En tal sentido, ya hay un pueblo consciente de su dignidad y derechos, que asume la responsabilidad del necesario y edificante cambio, con miras al bien común; pero, no son los seudolíderes populistas quienes lo protagonizarán, sino los auténticos demócratas, que encarnan las sanas inquietudes del pueblo, generalmente marginado.
por Prof. Luis Alfonso Resck
Presidente CONADEH
PUBLICADO POR ABC COLOR